It's a wonderful life (¡Qué bello es vivir!) es, sin duda alguna, uno de los grandes clásicos de la historia del cine, y un auténtico icono de las fiestas navideñas. La película de Frank Capra resalta lo mejor y lo peor de la sociedad, y lo hace mediante una fábula que bordea en más de un momento lo lacrimógeno y ridículo, pero sorteados con una sutileza que sólo los grandes artistas poseen.
La partitura original de Dimitri Tiomkin sufrió, sin embargo, más de un avatar a la hora del montaje final. Capra, descontento con algunos pasajes de la música, decidió, a espaldas del artista ucraniano, dejar en el tintero parte del score en beneficio de piezas clásicas y populares. Así, la banda sonora que se puede escuchar en el filme resulta un tanto deslavazada y hasta inconexa. Por fortuna, David Newman rescató en 1988 el score de Tiomkin editándolo gracias al sello Telarc.
Interpretada por la Royal Philharmonic Orchestra londinense, la partitura se muestra en todo su esplendor y manifiesta el genio de un artista especialmente dotado en las recreaciones sentimentales. It's a wonderful life hace gala de una sensibilidad inusual, pero ello no evita que en más de un momento Tiomkin imprima a su creación una coloración lóbrega que refuerza el dramatismo de la acción.
Orquestadores: Herschel Burke Gilbert, Paul Marquardt, Nathan Scott & David Tamkin.
Canciones: Buffalo Gals & Twinkle, twinkle, little star (John Hodges).
Shadow of a doubt, Strangers on a train, I confess y Dial M for murder son las cuatro obras maestras en las que colaboraron dos genios del séptimo arte: Dimitri Tiomkin y Alfred Hitchcock. En la segunda, Strangers on a train (Extraños en un tren) el músico ucraniano compuso una de las bandas sonoras más efectivas de la historia del cine. En ella parece dejar de lado el componente melodramático, inherente en todo filme de suspense que se precie, para centrarse en la pintura musical más próxima a los cánones del clasicismo del siglo XIX (no en vano era un autor de un país del este de Europa).
Tiomkin nunca se caracterizó por su ligereza ni por ser un artista demasiado contenido, y en Strangers on a train vuelve a dar rienda suelta a su pasión por las tonalidades enfáticas y espectaculares, que no ocultan su radiante academicismo, algo que solía ser motivo de crítica entre sus detractores.
Pese a la importancia del score, resulta incomprensible que, a día de hoy, aún no se haya editado oficialmente. Es de esperar que, con el aluvión de publicaciones clásicas, esta pieza de museo vea la luz lo antes posible. Mientras tanto, deberemos conformarnos con la excelente Suite interpretada por la Orquesta Sinfónica de Utah (1990 - Varèse Sarabande).
De las más de cien bandas sonoras escritas por Dimitri Tiomkin, Land of the pharaohs (Tierra de faraones), situada entre las intrascendentes Strange lady in town y The court-martial of Billy Mitchell, resulta una pieza sinfónica de primer orden. Su espectacularidad, acrecentada por la labor de seis orquestadores, se sitúa a la par de las imágenes del filme dirigido con singular brío por Howard Hawks, realizador con el que colaboraría en largometrajes como Red River, The thing from another world, The big sky o Río Bravo.
Land of the pharaohs se abre con un Main title que desarrolla la temática principal cuyo sobrecogedor sentido de lo épico lo convierte en una especie de obertura operística. La historia del ególatra faraón Khu-fu, obesionado con enriquecerse a toda costa de cara a su "segunda vida", es representada por Tiomkin mediante unas tonalidades muy cercanas a un mundo en el que sólo prima la ambición, la codicia y la búsqueda de grandeza. Cortes como Fighting the bull, Hymn to the hero o Sealing the tomb no hacen más que mostrar el carácter heroico de un score en el que brillan con luz propia todos los instrumentos de la orquesta, en una demostración de la eficiencia de un compositor casi siempre centrado en obras excelsas y alejadas de lo sutil.
Orquestadores: Lucien Cailliet, Manuel Emanuel, Paul Marquardt, George Parrish, Leonid Raab & Herbert Taylor.
Lost horizon (Horizontes perdidos) fue la sexta banda sonora compuesta por el músico ucraniano Dimitri Tiomkin, y su primera obra de repercusión notable. Después llegarían otras que conformarían una de las filmografías más apasionadas y destacables de la historia del cine. Basta citar como ejemplos obras maestras como Duel in the sun, Red River, Cyrano de Bergerac, High noon, Strangers on a train, The high and the mighty, Land of the pharaohs, Search for Paradise, The Alamo o The fall of the Roman Empire.
La película de Frank Capra Lost horizon posiblemente ha envejecido con el paso de los años, pues su tono fantástico teñido de almibaradas dosis melodramáticas han hecho de ella una obra digna pero sobrevalorada. Todo lo contrario sucede con el score de Tiomkin, quien firma una partitura que se sitúa entre lo elegíaco y lo épico, en una demostración de su plausible capacidad a la hora de describir mediante el pentagrama acciones ampulosas. Sin embargo, es necesario reseñar la crucial labor de los nueve orquestadores y del director Max Steiner, quienes contribuyen de manera decisiva en el brillante resultado final de la obra.
Orquestadores:
Charles Maxwell, Herman Hand, Max Reese, William Grant Still, Bernard Kaun, Hugo Friedhofer, George Parish, Robert Russell Bennett & Peter Brunelli (no acreditados).
The fall of the roman empire (La caída del imperio romano) es una superproducción del aclamado productor afincado en España Samuel Bronston (El Cid, Rey de Reyes, 55 días en Pekín,…), que en su momento, y quizás aún hoy en día, no fue todo lo bien recibida que hubiese merecido. De hecho, la espectacular película de Anthony Mann ha sido referente para Ridley Scott y su Gladiator. Sin ánimo de entrar en comparaciones, y menos aún con la música de Hans Zimmer, la partitura fue encargada al maestro Dimitri Tiomkin, quien compuso una de las cumbres de la música de cine, ypor consiguiente, del siglo XX.
El artista ucraniano elaboró un complejo score de reminiscencias clásicas que recuerda al estilo de Tchaikovsky y Prokofiev por su casi descarado tono ampuloso, pero sin resultar redundante o recargado. Tiomkin ha sido un músico imprescindible en el séptimo arte, pese a que durante su carrera fue víctima de numerosas críticas, debidas al empleo de recursos repetitivos en sus composiciones. Desde mi punto de vista, toda su filmografía, casi sin excepción, y en especial The fall of the roman empire, es modelo creativo por su capacidad melódica y por su poderoso dominio de la orquesta, y en este caso (debido a la complejidad del score) beneficiado por el número poco habitual de orquestadores.
No es difícil hacer un comentario de una partitura de Dimitri Tiomkin. No lo es por motivos obvios: gran parte de sus scores se caracterizan por ser solventes y épicamente intensos. ¡Poquísimos compositores (y no sólo cinematográficos) pueden presumir de ello! Por lo tanto, sería inútil destacar alguna de sus obras, siempre engalanadas con sus tonalidades enérgicas y marcadas por un inconfundible estilo melódico que ha hecho de Tiomkin una referencia de la música sinfónica del siglo XX.
En 1952 compuso una de sus bandas sonoras más célebres,High noon (Solo ante el peligro), por la que ganó su primer Oscar (los otros tres serían la canción de la película, y The high and the mighty y The old man and the sea). High noon es una creación dominada por una orquestación poderosa en la que todos los instrumentos parecen conjuntarse en una especie de baile musical armónicamente perfecto. La reciente edición de Screen Archives, completada con un lujoso libreto, ofrece por primera vez la partitura en su totalidad, con sonido mono pero cuidadosamente digitalizado. En ella y con sus 33 temas podemos disfrutar de todos los detalles del estilo mencionado de Tiomkin, que parece adquirir protagonismo en cada uno de ellos pero sin destacar, sólo conjuntándose a la perfección con la historia del filme de Fred Zinnemann; como el tema que podéis escuchar en el archivo: Two minutes to twelve.