
En el caso de Trois couleurs: Rouge (Tres colores: Rojo), su último trabajo juntos debido al fallecimiento dos años después de su estreno del director nacido en Varsovia, Preisner plasma en el pentagrama una composición de matices poéticos que refuerzan con sobriedad los temas de la soledad y el amor no correspondido. El músico polaco, a través de su estilo mezcla de clásico y vanguardista, llega incluso a inventarse a un compositor supuestamente del siglo XVIII, Van den Bundenmayer, que sirve de nexo entre los tres personajes principales interpretados por la bellísima Irène Jacob, Jean-Louis Trintignant y Jean-Pierre Lorit. Es, en el fondo, una excusa artística que intenta consolidar la idea de que el amor es imprevisible, evocada gracias a la melancólica y sugerente composición de Preisner.
No es una banda sonora que busque lo previsible, ni tampoco de fácil audición, pero sí un claro ejemplo del talento de un autor que siempre ha sabido retratar con su música el lado menos visible de las relaciones humanas.
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